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 [2013] Notas de Juan

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Anastasia

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[2013] Notas de Juan  Vide
MensajeTema: [2013] Notas de Juan    [2013] Notas de Juan  Icon_minitimeSáb Abr 27, 2013 7:37 am

06.03.2013

Juan Palomino, actor a dos aguas

“¿Quién no es egoísta?”

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Hace teatro y televisión. Habla desde la madurez, de política, la paternidad y el compromiso.

Los años pasan y no nos hemos puesto tecnos”. Juan Palomino desacomoda una frase ya reformulada y sonríe en la mesa de un restaurante que está sufriendo las remodelaciones necesarias que requiere el palermitaje. La música está fuerte, pero la intervención de la dueña permite que las letras formen palabras. El actor habla del placer que le provoca el teatro, de su momento de madurez y de cómo la obra por la que concedió esta entrevista lo encuentra en un momento de revalidar valores. Y es que Pachequito, el personaje al que el artista da vida en El partener –viernes a las 21 y sábados a las 22.30 en el Teatro del Pueblo, Diagonal Norte 943– es un desafío que lo moviliza desde su condición de padre. “Esta obra me colocó en un lugar de observación de mí mismo. De lo que significa apostar al afecto, a la construcción del ser padre para entender la calidad de los vínculos”, asegura Palomino, quien también realiza una participación especial en la tira Solamente vos.

La pieza –de Mauricio Kartún y dirigida por Manuel Vicente– posa la luz sobre las diversas situaciones que enfrenta un padre, desde su inmadurez hasta su propia búsqueda pasando por la resistencia a dejar de ser hijo en primera instancia. Ese el juego de vida que enfrenta Pachequito, un recitador criollo que trabaja de mozo, junto a un hijo –Rodrigo Álvarez– que le reclama lugar y una mujer –Ana Yovino– que se aferra a su posición de partener para no salir de la propia prisión en la que vive producto de un padre autoritario. “Pachequito es un revolucionario”, sentencia Palomino y abre el juego.

–Es, ante todo, un gran egoísta.

–No lo juzgo. Está claro que el tipo es un egoísta, pero ¿quién no lo es? Es un personaje políticamente incorrecto. El tema es que nos vendieron La familia Ingalls y todas las series como Grande Pa, en las que se muestra al hombre en relación directa con sus hijos mientras trabaja todo el día. Y no sé si realmente se puede porque todavía te late eso de: “¿Y yo qué quiero ser?” Y sabés que se te está acabando la vida. Me parece que todo hombre atraviesa esa experiencia, pero parece que no es correcto decirlo.

–Cuando leyó el libro, ¿se vio rápido en ese rol?

–Estaba en el momento justo para hacerla. Nada es casual. Me vi en ese personaje. Estoy muy alejado de lo que es el folklore, pero muy cercano primero al teatro y después a la experiencia de la vida. Al ejercicio de la paternidad. Estoy en las antípodas de Pacheco, pero me parece importante mostrar la otra pata. Todos somos buenos gauchos, pero el poncho no aparece. Ahora crucifican a Maradona porque no fue a ver a su hijo. Y nadie sabe qué hay detrás. Él puede ser cualquiera de nosotros. Ojalá todos podamos bajar un poco el porcentaje de egoísmo para que nos podamos vincular.

–En la obra llama la atención la fragilidad de todos los personajes y hasta Pacheco logra convertirse en un ser querible. ¿Le llamó la atención ese nivel de empatía?

–Es que lo vulnerable de los personajes es fuerte. Claro que Pacheco es un tipo para odiar, pero también es entrañable porque se lo ve vulnerable. Eso es lo maravilloso de esta historia. Los personajes no les escapan a sus propios estados. Están intentando recomponerse y a partir de ahí se produce el encuentro con el público hasta convertirse en una comedia dramática.

–La obra cosechó buenas críticas. ¿Qué tan crítico es sobre su rol?

–Soy muy poco crítico conmigo. Me aventuro más a la mirada del otro y a la aceptación del otro. Soy un actor intuitivo. Confío en el director y aprendí a ver cuáles son las miradas que sirven.

–¿Recuerda cómo entró al arte?

–A través del cine. Me crié mirando las películas de Bud Spencer y Terence Hill, spaghetti westerns, las de guerra, aventuras, cine catástrofe y terror. Pero en la Argentina empecé a ver cine de verdad –N. de R.: Palomino nació en La Plata, pero vivió toda su infancia en Perú, de donde es oriundo su padre– y así llegué a Bergman, Woody Allen y John Cassavettes. Tenía una mirada muy cinematográfica de la vida. Pero creo que el teatro fue lo que me cambió. Cuando le puse el cuerpo a una situación, me empecé a conectar conmigo y a sentir a las otras personas. El teatro sana.

–Y desnuda.

–Claro, expone. El teatro es un salto al vacío en el que necesitás un cuerpo, una intensidad, una energía, una voz. Soy mejor espectador de cine que de teatro, pero el teatro me salvó la vida.

–¿Por qué?

–Porque era muy introvertido. Muy desarraigado porque había vivido en Perú. No tenía posibilidad de comunicarme con la gente y empecé a abrir puertas. Hoy el teatro es mi vector.

–¿Por qué cree que en el teatro comercial no hay lugar para los autores argentinos?

–Es un tema de productores. Creo que tiene que ver con un tiempo que nos toca vivir, con la inestabilidad del mundo. Se va a lo seguro, no se apuesta. Habla de esa idea que tiene el público de que lo de afuera siempre es mejor que lo de adentro. Encima, a la vez, aparecen contradicciones como cuando hablamos de temas de una determinada clase social, como trabajadores de minas que pueden llegar a ser artistas, pero para ir a ver esa obra tenés que pagar 250 pesos. Y cómo hace el obrero del que se habla para verla. Es imposible que pueda verlo.

–¿Trabajaría en una obra con esas características?

–No digo que no lo haría. Son preguntas que me hago porque entraría en una contradicción. Pero los números mandan, parece. Hacemos teatro para un determinado público. Las reglas del capitalismo son así. Si fuera un estado socialista habría teatro para todo el mundo y los actores no seríamos productos, seríamos actores.

–En ese sentido, la televisión es el lugar ideal para el negocio.

–La televisión es un negocio y uno hace las concesiones del caso. Hay cosas que no se pueden decir desde la ficción porque atrás hay auspiciantes que son los que hacen que todo suceda. Salvo excepciones, todo es muy liviano.

Palomino dice que antes los artistas de sus generación tenían referentes fuertes como Juan Carlos Gené, Lautaro Murúa, Héctor Alterio, Carlos Carella o Marilina Ross, pero que la nueva generación de actores no tiene en quién fijarse. “Es un déficit nuestro. Me gustaría que seamos más porque antes que nada hay que tener una lectura de la realidad, sin partidismo, para poder manifestarse desde el trabajo”, dice el artista. Y continúa con una teoría que afirma que “hay muchos actores que se autocensuran por conveniencia. Pero a mí me educaron con ciertas convicciones y cuando empecé a hacer tele, comencé a manifestarme sobre distintos valores. Hasta cuando hacía Quereme con Cris Morena aprovechaba para hablar del EZLN. Hablar de política me es natural. Una persona que se dedica al arte no puede estar ajena a la política. Por encima de las conveniencias están las convicciones”, sentencia el actor, quien alcanzó la popularidad por trabajos en Carola Cassini y Soy gitano.

–¿Se habla de política en los camarines?

–Totalmente. Política y arte van como ética y estética, se acompañan. En mi casa se habla mucho de política sin ser militantes acérrimos. Nunca esquivamos el bulto. Mi viejo siempre me habló de América latina y lo que sucede ahora es una sorpresa muy grata porque cuando me lo contaba mi viejo era una utopía pensar en Evo Morales.

–Con El partener recorrió el país durante un año. ¿Con qué Argentina se encontró?

–Reconstruí en mi memoria lo que viví en otras giras. Pero hubo un avance sustancial y hay más gente dispuesta a disfrutar. Se han logrado muchas cosas despojándonos del teatro. Vi mucha gente recompuesta al momento que le toca vivir. Hay un país en movimiento.

–¿Y qué le pasa cuando vuelve a Capital?

–Y… desde el fusilamiento de Dorrego a estos tiempos siempre hubo una mirada individualista y con ciertos rasgos de tilinguería, como diría Jauretche. Somos los que definimos muchas cosas porque tuvimos siempre el puerto y nos preocupa más la inseguridad que la inclusión. Alguna vez me sentí poco porteño por ver cómo se elegía a un empresario por encima de un intelectual de Flacso, pero bueno, son las reglas del juego. Igual, la Capital nunca me llega a sorprender del todo.

Agradecimiento: restaurante Setas de Cardo, Humboldt 1855.

Arrow http://veintitres.infonews.com/nota-6359-personajes-Quien-no-es-egoista.html


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Juan Palomino (51)
“Me afecta el tema de la salud mental”

Protagoniza la obra “El partener”, hace cine y tevé. Discriminación y paternidad. Chávez, y el arte como compromiso social.

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En “El partener”, la obra de Mauricio Kartun, encarna a un padre inmaduro, un veleta; en cine termina de rodar “Ley primera” (La leyenda del gran Chamán) de Diego Rafecas, con la mexicana Adriana Barraza (la actriz de “Babel”) en la piel de una mujer toba. Y en tevé despuntó el vicio con una participación en la tira “Solamente vos”. Cuando posa, ante cada toma se reinventa: basta un sombrero texano para ser un cowboy de “Secreto en la montaña”. Sobra con ponerse un perramus para transformarse en un Humphrey Bogart latino, recostado en la puerta de su casa. Parece un “all in one”.

Noticias: Palo, Negro o Palomo. Histriónico y todo en uno.

Juan Palomino: Sí. Palo me lo pusieron mis amigos de La Plata; algunos compañeros de teatro me llamaban Juanjo – mi nombre es Juan José– y Palomo me decía Araceli González cuando hicimos “Carola Casini”. Yo nací en La Plata, mamá es platense, pero me crié en Cuzco, de allí es papá. Ahí terminé el secundario y nos volvimos a la Argentina. Los viejos viven a diez cuadras de mi casa.

Noticias: ¿Viaja a menudo a Perú? Se crió en el ombligo del mundo ¿es consciente de eso?

Palomino: La última vez viajé en el `99 y no tuve conciencia de lo que es el Cuzco cuando viví ahí. Con el tiempo y a la distancia me di cuenta. Regresé a La Plata siendo adolescente, fue difícil. Me sentía discriminado; usaba zuecos con plataforma, acá se ponían mocasines y me miraban raro. Hablaba distinto, no entendía lo del status, las marcas de ropa. También sufrí el desarraigo.

Noticias: Hoy Perú hierve de efervescencia cultural, con mucho turismo, gastronomía de punta y música andina.

Palomino: Sí, claro. Yo integro “Los negros de miércoles”, un grupo dedicado a la música afroperuana. Estamos preparando un CD con ritmos como el landó y el aguanieve, que tienen que ver con la influencia africana en la costa del Perú, y con la poesía de Nicomedes Santa Cruz.

Noticias: Podría haber sido músico en vez de actor.

Palomino: No. Podría haber sido médico. La música apareció en mi vida hace seis años. Crecí viendo cine en Cuzco y creando mundos paralelos. Cuando me sentí tan discriminado, retraído como un caracol, mi viejo me dijo: “¿Por qué no estudiás teatro? ¡Te va a hacer bien!” Y así empecé. Hice el primer año en la escuela, al año siguiente vino la colimba, después estudié locución pero me di cuenta de que quería teatro. Ahí el viejo dijo “buscate un trabajo” y entré al Hospital Melchor Romero como auxiliar de enfermería, estuve 3 años. Debuté en teatro con un grupo vocacional que todavía sigue, Dimensión 80. No me sorprende que mi primera obra fuera “El Jardín del infierno”, de Osvaldo Dragún, un autor prohibido en ese momento.

Fotos: Eduardo Giménez. Producción: Patricia Mogni. Agradecemos a No Avestruz y Setas de cardo.

Más información en la edición impresa de la revista.

Por Sissi Ciosescu

Arrow http://noticias.perfil.com/2013-03-21-25491-me-afecta-el-tema-de-la-salud-mental/

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28/03/2013

Juan Palomino: ‘El actor no es solo alguien que juega’

Quería ser médico, pero la actuación lo ayudó a vincularse con los demás. Allí encontró su vocación, pero no dejó de lado sus preocupaciones sociales.

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“Estaba viniendo con una remera de Bruce Lee, pero me dio vergüenza y la cambié”, dice Palomino mientras emula una patada karateka que pegó en Diablo (2012), en el que interpreta a un boxeador judío, peruano, peronista y negro. Además de protagonizar la obra de Mauricio Kartun, El partener, se encuentra rodando La ley primera, una coproducción entre la Argentina y los Estados Unidos, que será filmada en Chaco y en Nueva York. Juan Palomino era un niño introvertido recién llegado de La Plata, a país de su papá, Perú, y se inventaba historias. “Mi viejo me inició en el teatro, para que pudiera tener diálogo con gente afín, recuerdo que estaba más solo que Adán en el día de la madre, muy metido para adentro”, le cuenta a Diario Z.
Esos juegos se transformaron en tu carrera…
Cuando apareció el teatro en mi vida, me di cuenta de que era otra cosa: actuar es leer, descubrir clásicos, ser un observador de la vida y de la realidad, ahí empecé a componer la mirada del actor. Un actor no es alguien que juega nomás. Me siento un trabajador pero no concibo al arte sin una mirada de la realidad.
En la película El pozo (2012) interpretaste a un terapeuta de una chica autista en una clínica especial. ¿Cómo ves el trato hacia las personas con discapacidad?
Es una deuda pendiente, yo creo que todavía tenemos varias deudas a pesar de haber avanzado mucho en lo que se refiere a los derechos humanos, sociales y culturales, pero todavía tenemos muchos pendientes con los pueblos originarios y la discapacidad. Pero si vos haces una simple mirada de la Ciudad de Buenos Aires, te das cuenta de que como sociedad no hemos avanzado ni nos dimos cuenta de todas las personas que sufren discapacidades. Como sociedad no tomamos conciencia de todos aquellos que tienen dificultades. Ni hablar de aquellas personas que padecen problemas mentales. Yo trabajé tres años en un hospital neuropsiquiátrico. Entiendo el trabajo dentro del hospital y cómo se diluye cuando no está el apoyo de las familias del paciente. Si miramos a la Ciudad de Buenos Aires vemos que está bombardeada, las veredas rotas, hay cierto abandono y no se le hace muy fácil a un anciano o a alguien con silla de ruedas transitar la Ciudad. Es un, detalle pero dice mucho al hablar de cómo nos manejamos entre los distintos sectores de la sociedad.
¿Cómo llegaste a El Partener?
Fue una convocatoria de Manuel Vicente. Cuando me llamó sentí una gran responsabilidad y un enorme desafío, la obra se estrenó por primera vez en el año 1988 con el protagónico de Lito Cruz. A la vez que avanzábamos en la obra con Manuel, empecé a encontrar esa parte escondida mía que tiene que ver con la paternidad. Yo tengo tres hijos, de 23, 14 y de 8. Y en el transcurso de la vida pude darme cuenta de que la paternidad es un vínculo que se va construyendo día tras día. El papel que interpreto, es una persona que todavía no pudo despojarse de esa carnadura que significa su oficio. Un hombre relacionado con el arte, la poesía, la música, un hombre que aún no se ha realizado y ha abandonado su rol de padre. Y tiene un hijo que necesita su atención. Es un hombre totalmente inmaduro en ese sentido. A algunos papás les cuesta más, a otros menos, pero la paternidad es un vínculo que debe construirse, no es innato como el de las madres con sus hijos.
A veces depende de la edad, de sus objetivos y demás. Yo me siento un poco Pacheco, mi personaje, pero cuando tenía 30 años. Él tiene 50 largos y todavía no logra crecer en ese sentido.
¿Cuesta despegarse de los personajes?
No soy actor las veinticuatro horas del día, cada vez lo soy menos. Hago mi trabajo y vuelvo a casa, si bien uno puede seguir enganchado con el papel, creo que cada vez soy menos actor.
Además de El partener, ¿en qué estás trabajando?
Estoy terminando una película que se llama La Ley Primera, de Diego Rafecas, que se está filmando en el Chaco. Trata sobre la cultura qom. Hago un abogado dirigente del Instituto de Asuntos Indígenas de la provincia. Es un tipo que está intentando rescatar los valores de su cultura y luchando por los derechos de la tierra. Es una película que enfrenta dos mundos, el de los qom y el de los grandes negocios, que son norteamericanos que vienen a comprar tierras. La veremos seguro a mediados de año.
Si no fueras actor, serías…
Quería ser médico y salvar vidas. Mi papá no pudo terminar la carrera, yo me conformé con auxiliar de enfermería. Pero aquí estoy.



En pocas palabras

• Nació en 1961.
• Tiene tres hijos: Sofía, Aarón y Floreana.
• Debutó en TV con Poliladron, en 1994.
• Obtuvo un premio Martín Fierro en 2008.
Fuente: Redacción Z
Arrow http://www.diarioz.com.ar/#/juan-palomino-el-actor-no-es-solo-alguien-que-juega/

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Padre nuestro que estás en la luna

Amistoso como siempre, apasionado en sus convicciones y sin pelos en la lengua, Juan Palomino accedió a hablar con Cabal Digital sobre su trabajo en la obra El partener de Mauricio Kartun y otros temas a los que su atenta y preocupada visión del mundo no deja nunca de prestarles atención. Un diálogo llano pero con respuestas certeras.

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Desde el estreno de El partener, en 1988, a estos días, han pasado casi veinticinco años, un tiempo más bien corto para que una obra teatral, si es de calidad como la citada, se olvide. Pero en un autor como Mauricio Kartun, que ha escrito y estrenado desde aquella época muchos otros excelentes textos y que año a año da nuevas muestras de su inagotable creatividad, el paso de ese tiempo podría haber conspirado contra su permanencia en la consideración y memoria de la gente. Sin embargo no ha ocurrido así: El partener no solo conserva indemnes los valores artísticos que la distinguieron en el año de su aparición, sino que, además, es una de las obras de su autor que más se han representado en el país. Prueba de ello es la larga gira que con ese título realizó por cuarenta localidades de toda la Argentina, el elenco armado dentro del programa federal del Teatro Cervantes, que debutó el 2 de setiembre del año pasado en Morón y culmina ahora su recorrido con las representaciones que tendrán lugar durante dos meses en la sala Orestes Caviglia de la mencionada institución.

La nueva versión, conducida por el director y actor Manuel Vicente e interpretada por Juan Palomino (Pachequito), Rodrigo Alvarez (Nico) y Ana Yovino (Nydia), tuvo una muy buena recepción en los lugares donde se representó y ahora se expone a la visión del público porteño, que sólo había tenido oportunidad de verla en una función ofrecida en la sala Haroldo Conti del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), ubicado en la ex ESMA. Además de otras ciudades importantes de provincia, la obra se dio en varios teatros del Gran Buenos Aires. Para conocer detalles de esta experiencia, pero también sus opiniones sobre su trabajo como intérprete, la obra y otros temas de actualidad, Cabal Digital entrevistó a Juan Palomino, un talentoso actor cuya trayectoria ha seguido a través del tiempo una línea de loable coherencia artística y de principios, tan robusta hoy a sus 50 años, en el fervor por las buenas utopías humanas y su compromiso con los que más sufren, como lo era, por ejemplo, en los noventa.

Juan, sos un especialista en giras. Solo con La tentación, que representaste junto a Raúl Rizzo, estuviste dos años recorriendo el país. ¿Cómo les ha ido ahora con El partener?
Sí, es verdad, estoy acostumbrado a las giras. Con El partener recorrimos bastante y podríamos seguir recorriendo. La recepción fue muy buena, sobre todo en las pequeñas localidades, que fueron la mayoría. En algunas pocas capitales, en cambio, faltó algo de difusión local, tal vez debido a la falsa idea de que si es una obra que se hace con apoyo del Estado no la necesita. Y eso es una equivocación. Justamente si es el Estado el que está de por medio se puede traer a jubilados, estudiantes y toda una cantidad de público que enterado asiste con mucho gusto. Pero fueron unos pocos lugares donde sucedió esto, el balance restante es muy positivo. La otra cosa es que, debido a que en algunas localidades no había salas teatrales, utilizamos para dar las funciones otros espacios, como escuelas por ejemplo. Y nos adaptamos muy bien a las distintas circunstancias que surgieron. Fue una experiencia rica y que, de algún modo, te genera mística, te devuelve un poco al principio, a aquellos años en que hacíamos teatro allí donde se cuadrara. El asunto era darle vuelo a la pasión.

He sentido opiniones de actores que dicen que estas giras permiten ver cuál es la realidad de lo que pasa en el país.
Eso es real. En estos viajes se tiene un panorama de lo que ocurre en lo social muy veraz. Por otra parte, como el teatro vincula muy directamente con la gente, se puede tener una lectura reveladora de la realidad. Esa es una gran posibilidad que ofrecen las giras. Y coloca al actor ante un desafío que no siempre quiere enfrentar. Es muy fácil quedarse en Buenos Aires contratado por un canal de televisión o un teatro de la calle Corrientes, pero cuando te toca hacer giras –y más aún cuando la plata que está en juego es la de todos por ser una iniciativa del Estado-, se asume una especie de militancia, que va más allá de lo económico, porque desde ese punto de vista no es lo mismo, no es tan lucrativo como en lo privado. Allí el interés pasa por otro lado. Por eso mencioné la anécdota de esos dos o tres lugares donde hubo poca difusión. Allí yo me conecté con mucha gente y les dije: “Loco, ésta es la plata de todos y no puede ser que haya 100 personas en una sala de 600. Porque hay mucha gente que en esos lugares no vio teatro en su vida”. Y en Jujuy, por ejemplo, fui a la Tupac y logré que vinieran a ver la obra como 100 personas más, que además entraron gratis. Es que si no se hace así, el teatro se transforma en un trámite burocrático-cultural, se programa sin importar si va o no va gente a ver la obra. Y eso me parece una picardía, mucho más cuando se da una obra nacional como El partener, que por sus particulares características, tuvo una recepción por parte del público impresionante.

¿Cómo fue abordada la obra?
Vicente le dio a la obra un aire distinto al que tenía la versión estrenada en 1988 por Omar Grasso. La obra es muy colorida y en alguna medida tramposa, te lleva por zonas en que la tentación de hacer una comedia es grande, pero Manuel tuvo en cuenta ese peligro y lo reguló muy bien, porque en rigor le interesaba más mostrar los primeros planos afectivos, ese circuito del alma donde lo medular son los vínculos entre los seres. Es la historia de un hijo que busca desesperadamente a su padre y de un padre que no se hace cargo de él. Y, entre ellos, aparece una mujer que tercia y que también quiere zafar de su padre.

¿En lo personal te tocó la obra?
Sí, el conjunto de esas situaciones, a los 50 años, me permitieron hacer una relectura de mi propia vida, en relación a mi paternidad y a lo que fue mi rol de hijo. Esta es una obra muy rica, muy universal, un espejo en el que raramente alguien no se vea reflejado en algún aspecto. No se sale indemne después de haber visto El partener, todos en cierto sentido nos sentimos asociados a lo que pasa allí. El otro día lo oí decir a Rodrigo Alvarez en una entrevista: “Mi personaje se convierte en una persona inteligente, clara y sana, producto de ese abandono que sufrió.” Porque se tuvo que construir solo frente a la imposibilidad de que su padre se asumiera como tal. Cuántos casos hemos visto así en la vida. Este padre de El partener es una suerte de recitador criollo, un mozo cantor, no un cantor mozo, que pasa su vida trabajando en parrillas de ruta o peñas folklóricas. Ha constituido con su hijo un dúo de recitado y zapateo, pero cuando empieza la obra el chico lo está buscando porque hace un tiempo el viejo lo abandonó. En mi caso, aprendí a ser mejor hijo cuando fui padre. Esa nueva condición reforzó mi vínculo con mi padre, me enseñó a mirarlo desde otro lugar, a pesar de haber atravesado en algún momento una etapa abandónica con él. Y hoy recuerdo instantes muy precisos de mi relación con su figura en los años de la niñez y la adolescencia y los llevo muy fuerte en el corazón. La paternidad es un fenómeno muy complejo.

¿Cuántos hijos tenés Juan?
Tres de distintos matrimonios. Mi hija mayor de 22 años, hay otro de 14 y una de 7. Creo que con la menor soy mejor padre.

¿Mauricio Kartun vio la obra?
La vio dos veces, primero un ensayo donde dijo que la puesta planteaba otra historia, otro enfoque. Y después en la Haroldo Conti. Y estaba muy contento.

En los últimos años de tu carrera has hecho a muchos autores nacionales. ¿Es eso una coincidencia o una decisión deliberada?
Es más bien una coincidencia, porque arranqué con Eva Halac en 2006 con la adaptación de Juan Moreira, al toque apareció La tentación y ahí estuvimos dos años recorriendo de punta a punta el país, y luego vino Lo que mata es la humedad. Por último apareció El partener. Hay que considerar que varias de estas obras se dieron en el Teatro Cervantes, que privilegia en sus elecciones al autor nacional. Pero, claro, me gusta mucho hacer teatro de autores del país, porque eso refuerza el sentido de la identidad, permite trabajar con lo que nos representa. Y habiendo además tan buenos dramaturgos. Pero hubo épocas en que transité autores extranjeros. Hice Medida por medida, El avaro, con Juan Carlos Gené. Me acuerdo que cuando hacía la obra de Moliere durante el día grababa La zíngara en televisión y de noche actuaba en el teatro. Fue bueno complementar esas dos cosas. El texto de Kartun, a pesar de tener resonancias muy universales, es a la vez muy argentino. ¿Qué es un recitador criollo? Es algo un poco anacrónico, un tipo que cuenta “La leyenda de El Mojón”, el poema de Juan P. López, y otros textos que parecerían pasados de moda.

¿Y que interpreta de esa exhumación que hace Kartun del personaje?
El reivindica algo que tuvo que ver con nosotros y que no está muerto, que de algún modo sigue habitándonos, por lo menos a las personas de cierta edad. Recuerdo que en los noventa se hablaba de la muerte de las ideologías y de todo lo que venía del pasado. Una afirmación que quedó probado, era una falacia absoluta. Nada muere del todo en la cultura. La poesía, el poeta criollo, el relator, aquellos personajes como este Pachequito o el famoso Indio Apachaca, son dignos de ser traídos a nuestra memoria, porque han transitado nuestra historia y son parte incorruptible de nuestra identidad, mensajeros de lo que habiendo sido sigue hoy siendo, a veces con algunas formas cambiadas, pero con parecidos problemas a los que esos personajes planteaban.

Esos personajes están en nuestra mitología y se trasladan a través del tiempo, sobre todo a través de autores que los relanzan o recrean.
Quizás los medios audiovisuales puedan hacer más hincapié en esas figuras para que se difundan entre los jóvenes. Porque hay sectores de jóvenes que, por estar vinculados a un teatro desligado de lo cotidiano, se despegan de nuestra historia. Ese teatro que ven suele ser artísticamente muy potente y está bien que se haga, pero también se necesita un teatro más asociado a la cotidianeidad. Hoy tendría que haber un sainete que tenga como protagonistas a los peruanos, paraguayos, bolivianos o coreanos. Sería bueno que esos temas aparecieran. Porque la inmigración ha seguido sucediendo y, aunque con otras corrientes que las que presenció Discépolo, sufren circunstancias tan parecidas como las que sufrían los extranjeros del siglo pasado. Hay que abrir también el camino hacia las provincias. A veces, hasta en las provincias se habla de ellas definiéndose como el interior del país. ¿Por qué interior?, les he preguntado. Porque estamos adentro, dicen. Pero si hay un interior, hay entonces un exterior que sería Buenos Aires. Y eso sería otro país. Y nosotros somos un solo país, aunque las problemáticas difieran en cada lugar. El trabajo es arduo porque hay que trabajar el federalismo desde una verdad, no desde una fórmula que sea pura retórica.

¿Cómo actor sos respetuoso del texto?
Hemos sido muy respetuosos con la obra de Kartun, no cambiamos nada. Si el actor tiene un buen texto lo único que debe hacer es decirlo. Lo demás es colocación, profundización de lo que se dice. Eso difiere de lo que pasa en televisión donde el actor tiene que ir corrigiendo y tachando a cada rato. El lenguaje de Kartun es tan bello de decir que sale de lo común. Entonces me parece interesante el trabajo de la palabra para el actor. Hubo margen sí para salir de algunas acotaciones que marca la obra y eso el propio Kartun lo agradeció afirmando que nunca había imaginado que alguna situación del texto pudiera ser llevada en determinada dirección que él no previó, abordada desde otro lugar. Pero el texto sigue siendo el mismo, solo que desde lo corporal o la forma de decirlo se potencian nuevas dimensiones. Cada actor suele tener además su propia musicalidad en el decir y eso debe ser respetado aunque sin cambiar el texto. Un texto sólido resiste cualquier intento de abordarlo desde distintos lugares sin que ello lo altere. Son las mismas palabras pero alumbrando nuevas resonancias.

Volviendo al tema de la paternidad, hace poco hiciste una miniserie televisiva llamada La defensora, en la que interpretaste un papel muy difícil. ¿Qué opinas de ese trabajo?
La experiencia fue muy interesante por los contenidos. Como actor uno agradece poder encontrarse con situaciones en las que vale la pena asumir un enfoque distinto al que se suele dar en la televisión diaria. Y eso se logra al trabajar con gente como Alberto Lecchi, Héctor Olivera o disponer de un texto como el de Graciela Maglie y Fernando Mateo. No es, como digo, lo que se acostumbra habitualmente. Ese tema de mi personaje –un hombre que mató a su mujer y después de salir de la cárcel se encuentra con la posibilidad de rehacer el vínculo con su hijo- fue muy interesante por todo lo que ha ofrecido para el análisis sociológico y el debate público.

Siempre has sido muy amigo de los vínculos latinoamericanos. ¿Cómo ves la situación de América Latina en la actualidad?
Hubo un gran avance en los últimos ocho años, que permitió que se establecieran un presidente como Evo Morales, que proviene de un sector de la sociedad boliviana que siempre estuvo postergada, o figuras como Correa, Chavez, Lula, Dilma Rouseff, Pepe Mujica, Cristina Kirchner. Pero el gran tema es que los vínculos de nuestros países deben ser fortalecidos en lo cultural, que es la mejor herramienta para generar cohesión. Lo político y lo económico tienen una gran importancia, pero no debe olvidarse que lo cultural requiere también un primer plano. Sino todo queda en la retórica. Y lo conquistado corre riesgo de perderse. Veamos lo de Lugo o antes en Honduras o los intentos contra Correa, Chavez y Evo, sin hablar ya de la historia y de las conspiraciones criminales contra Velasco Alvarado, Allende o Torres.

¿Qué cosas se podrían hacer?
Seguramente muchas, pero pienso, por ejemplo, que a nivel del INCAA y las universidades se podrían encarar nuevas producciones y ficciones –ya se han hecho varias y muy valiosas- que sean integradoras no solo en el plano federal sino también de América Latina. Esas y otras son formas que podrán contrarrestar la tarea de socavamiento que hacen los medios hegemónicos.

¿Tenés confianza en que se seguirá avanzando?
Bueno hay muchos sectores, entre ellos los juveniles, que hoy no son tan ingenuos ni manipulables por los medios, que han crecido en su nivel de conciencia. Y eso es un punto de apoyo fuerte de este proceso, pero nada es fácil de conseguir, cada cosa que se hace desata la presión mediática y la reacción de los grupos de privilegio. El gran desafío es como siempre: convicciones o conveniencia.

¿Qué otros trabajos has hecho en este último tiempo?
Se está por estrenar una película en la que trabajé y que se llama Diablo, premiada en el Festival de Cine de Mar del Plata. Su director es Nicanor Loreti. Se trata de una película de género, que hace mucho hincapié en el tema de la violencia, pero en un registro de humor negro. Vengo de hacer también Viento Sur, con Pablo Rago, Damián de Santos, Gabriel Corrado, Claudio Rissi y otros. Es una miniserie para Canal 7 que dirige Sergio Cento Docato, donde se toma el tema de lo fantástico ubicando la trama en La Patagonia. Y también filmé otra miniserie con Nicanor Loreti, Dos para una mentira, que es una comedia que tiene que ver con los ventrílocuos y los dobles. Son producciones más acotadas, pero me representan más. Hay que adaptarse a esas nuevas maneras de trabajar, porque a través de ellas se logran también productos de mucha excelencia.

Arrow http://www.revistacabal.coop/padre-nuestro-que-estas-en-la-luna


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Cusco, un regreso a las fuentes

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Por Juan Palomino, actor. Interpreta “El Partener” en el Teatro del Pueblo, los viernes a las 21 y los sábados a las 22.30.

20/04/13

En diciembre pasado hice un viaje a Cusco, Perú, con mis hermanos Gustavo y Julio, que viven en Europa. Los tres solos, sin esposas ni hijos, emprendimos una suerte de retorno a las fuentes primordiales.

Cusco, donde mis hermanos nacieron y yo pasé parte de mi niñez y adolescencia, es el ombligo del mundo ( qosqío , en quechua), el centro del gran imperio inca. Nos alojamos muy cerca de la Plaza de Armas, en La Casa de Cato, en la esquina de Saphi y la empinadísima Cuesta de la Amargura, una antigua calle escalonada que conduce a la fortaleza de Sacsayhuamán, donde se celebra la ceremonia del Inti Raymi, en honor al dios sol.

Recorrer los lugares ya pisados, reencontrar rincones y antiguos amigos fue un tembladeral de emociones y recuerdos. Como si fuera poco, hicimos rafting por el río Urubamba en un gomón capitaneado por Osvaldo Sassone, un ex rugbier porteño y hoy fantástico guía. Remamos en equipo sobre ese vertiginoso caudal que se pone marrón y se encrespa en remolinos de espuma blanca y paredes de agua; un río que se vuelve infernal. Atravesamos parte del Valle Sagrado, desde Uambutio hacia Ollantaytambo, donde el Urubamba se estrecha y se profundiza. Una experiencia de adrenalina y belleza.

También alquilamos motos en la agencia de un viejo amigo. Bien provistos por Kantu, pero con algo del espíritu de la película Easy Rider , hicimos nuestra propia road movie por el Valle Sagrado. Se nos sumó Alí, un alemán con el que luego de la travesía terminamos hermanados; los cuatro nos tatuamos en la espalda el colibrí de las líneas de Nazca.

Pasamos por Chincheros, donde el pasado persiste obstinadamente, con el espíritu de una cultura milenaria que se niega a desaparecer. Allí Denis Hooper filmó “La última película” y convirtió el pueblo en una locación. Les conté a mis hermanos que estuve con nuestro padre cuando esos locos filmaban; yo tendría unos 8 años, y Hooper me tuvo a upa.

Acampamos en Urubamba, y comprobamos que a casi 4.000 metros el amanecer es de color azul acero, con una intensidad que exalta el espíritu. Como los sublimes choclos de Perú. Encontramos los más grandes en una picantería de Urubamba, un lugar sencillo y con mucho humo, cuises y conejos, donde comimos quesos y bebimos chicha de jora.

En el camino a Calca anduvimos con nuestros caballos de acero bajo la lluvia y visitamos los baños termales. Subimos al valle de Lares por caminos de tierra cruzando ríos, felices de ser hermanos. Al otro lado de las montañas, el cielo viró al rojo entre nubes amarillas, y el atardecer se tiñó de oro.

Un inolvidable regreso al corazón del Tawantinsuyu, territorio muy entrañable para nosotros.
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[2013] Notas de Juan

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